En los meses en los que el/la bebé todavía no habla, se debe permanecer atento /a de determinados síntomas que puedan indicar la existencia de alguna afección visual.
Para ello, la realización de un examen visual es determinante. En este sentido, se debe destacar que existen dos tipos de exámenes visuales. Por una parte, se encuentran los exámenes visuales objetivos, que son aquellos en los que no es necesaria la colaboración del paciente, mientras que por otra, están aquellos exámenes visuales denominados subjetivos, en los que se requiere de la colaboración y las respuestas del paciente.
Normalmente, en el momento en el que estamos realizando un examen visual, se mide de forma objetiva la prescripción del paciente con un aparato que gradúa la vista de forma automática, llamado auto-refractómetro, y a continuación se realiza un examen visual subjetivo.
Sin embargo, este proceso no puede aplicarse a bebés y niños muy pequeños, ya que no pueden colaborar. De esta forma, la técnica que se aplica con ellos es la denominada retinoscopia, que permite comprobar la existencia de algún defecto visual.
Asimismo, se debe destacar que cuando el bebé nace, se le realiza un examen completo de la morfología ocular. En el caso de que existan condicionantes o antecedentes familiares, se procede a llevar a cabo un examen más exhaustivo con el fin de detectar posibles problemas de visión. Si a los 3 años de edad no se ha encontrado ningún síntoma previo, se recomienda realizar un primer examen visual, así como pruebas anuales a partir de los 5 años.
Afecciones visuales más comunes en niños de entre 6 – 7 años
En esas edades pueden darse diversos defectos visuales refractivos, producidos por un mal funcionamiento óptico, donde el ojo no es capaz de proporcionar una buena imagen. A continuación indicamos los más comunes:
- La hipermetropía: ven mal de cerca.
- La miopía: ven mal de lejos.
- El astigmatismo: visión desenfocada a un eje.
En estas situaciones, la solución más efectiva suele ser el uso de gafas. Además, hay que considerar el ojo vago (ambliopía) y/o estrabismo y los casos de daltonismo (fallo en la visión de colores).
Detección de problemas de visión en un bebé no diagnosticado
Frecuentemente, algunos niños no se quejan de ver mal cuando sufren alguno de los trastornos visuales más frecuentes, como son los defectos de refracción y el estrabismo. Por ello, es importante poner atención a si el niño desvía un ojo, si guiña siempre el mismo ojo cuando va por la calle, si tuerce la cabeza al prestar atención, si se acerca mucho los objetos, si tiene dolores de cabeza, si se le enrojecen los ojos frecuentemente o si se frota los ojos o parpadea demasiado, entre otros aspectos.
Consecuencias para el bebé de una detección tardía
La ausencia en la detección de afecciones en la vista puede provocar ambliopías y estrabismos, debido a un empeoramiento por la ausencia de tratamiento. El hecho de ver con un solo ojo (ambliopía) provoca la pérdida de una correcta visión del espacio tridimensional. Además, los niños que no ven correctamente, ya sea con un ojo o con los dos, pueden tener un bajo rendimiento escolar o ser más “patosos” en la realización de actividades deportivas o manuales.
¿Se pueden prevenir los trastornos visuales?
Existen afecciones visuales como la hipermetropía y el astigmatismo que no se pueden prevenir, ya que dependen del tamaño y forma del ojo, además del componente hereditario.
Sin embargo, algunos tipos de miopía si pueden ser prevenidos con unos buenos hábitos visuales, es decir, con pautas de conducta que promuevan actividades al aire libre. Por su parte, el tratamiento del ojo vago y del estrabismo requieren de una detección temprana.
Algunos hábitos que perjudican la salud visual
El uso continuado de dispositivos electrónicos en condiciones de baja iluminación puede suponer un factor de riesgo importante para la salud visual a largo plazo.
Se debe tener en cuenta que en la infancia, la pupila es mayor y sus medios oculares son más transparentes, lo que permite que la radiación que entra en el ojo sea más intensa.
Esto provoca que, a corto plazo, ese uso en condiciones de iluminación desfavorables se pueda traducir en fatiga visual y sequedad ocular, provocando incomodidad y molestias en los ojos. Por ello, se recomienda limitar el uso de estos aparatos electrónicos y, durante su utilización, hacerlo siempre con una buena iluminación y descansando la vista frecuentemente.
Por otra parte, se debe puntualizar que la distancia de trabajo es otro factor fundamental. Los expertos recomiendan que para evitar que el ojo se acomode y comience a sufrir fatiga, el niño debe situarse a una distancia siempre superior a los 40 cm de la pantalla y, si es posible, se debe aumentar el tamaño de la letra y los iconos. Además, la Asociación Americana de Pediatría no recomienda el uso de este tipo de instrumentos electrónicos en menores de 18 meses y que su utilización hasta los cinco años no debe exceder de una hora diaria.
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